Era la Gritona, Era la Gritona, Toto Villamizar

Allá por los años treinta se estableció aquí en Pamplona “La gota de leche”, Esto era una institución para atender a los niños, para atender el periodo de gestación y los partos de las madres Pamplonesas.

A esa institución llego una enfermera, una mujer lindísima, de unos veintidós años, bellísima la mujer. Era  enfermera graduada. Ella se dejo engatusar y embarazar- dicen, no nos consta – dizque de una medico casado.

La dicha Soledad, así se llamaba la enfermera, un día tuvo un niño a eso de las tres de la mañana. Ella misma, como buena enfermera arreglo todo a su manera. Se saco la placenta y le hizo el corte del cordón umbilical. A las seis de la mañana, después de haberle apretado el pescuecito, lo envolvió en unos pañales y cogió por los lados del rio Picho, dando saltos de piedra en piedra, de piedra en piedra.

Un Pamplonés que estaba por allí se le hizo raro que esa mujer corriera de piedra en piedra y creyó que era alguna cita amorosa. Y se puso a patiarse el asunto y vio que saco de debajo del sobretodo un joto y lo metió en medio de unas piedras y se fue. El hombre llamo a dos viejitas que estaban por ahí lavando ropa y les dijo “Caminen a ver que dejo aquella mujer allí”. Y la sorpresa fue grande cuando vieron a un precioso niñito, recién nacido, desnucadito. Lo recogieron y dieron aviso a la autoridad.

A eso de las ocho de la mañana llego la policía al centro de salud con una orden de captura para dicha enfermera, El agente que llevaba la orden la llamo y le dijo “Señorita tiene que acompañarme hasta la inspección de policía, tengo orden de llevármela”. Decía la tipa: “Yo porque y yo porque, están equivocados”.

La dicha enfermera no quería ir y el agente fue hasta donde el médico director y el médico director  que probablemente sabia del asunto, le dijo: “Valla, tiene que ir, vamos”. La llevó.

Allí en la inspección estaba el médico legista y le hicieron el examen y comprobaron que hacía más o menos unas cuatro o cinco horas había dado a luz.  Inmediatamente la detuvieron, la llevaron a la cárcel y la pusieron presa.

La cuestión paso quince días, veinte días y nadie se había acordado del asunto. Una noche un agente de apellido Ramírez que estaba prestando vigilancia por la Fraguita hoy en día la avenida Celestino Villamizar, vio que apareció un esperpento, una cosa horrible, una mujer cubierta  de pelo, con unas garras y un grito estridente: “! Gue……. Guiiii. . gue… guiii!”. ¡Era la gritona, era la gritona! Y duro dando guerra en Pamplona por los años treinta y dos y treinta tres; aprorriaba, pelotiaba y hacia diabluras.

El padre Monsalvo llamo al padre Peinado y se reunieron y le hicieron unos exorcismos a la iglesia; pero esto no la detuvo.

Una noche, por aquello de las sospechas, el padre Peinado, junto con unos hermanos cristianos, fue hasta la cárcel en momentos en que la gritona estaba haciendo su recorrido. Entraron a la celda y encontraron físicamente muerto el cuerpo de Soledad. Sacaron unas agujas, se las introdujeron en los brazos, en las piernas y ella no reaccionaba, no se movía. Le ponían espejos en la boca y los empañaba, tenía la respiración completa, pero su espíritu estaba ausente. Estaba afuera de ella, estaba dando guerra, gritando, aporreando, peioteando gente y dando escándalo.

Esperaron el regreso de espíritu y apenas la mujer se incorporo, la amarraron con unos cíngulos benditos, le hicieron unos exorcismos y de ahí para acá no volvió a salir la gritona o el espíritu de Soledad, no volvió aporrear a nadie, se calmo Pamplona y paso todo.

 Autor: Toto Villamizar.

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